barricada.
1. f. Especie de parapeto que se hace, ya con barricas, ya con carruajes volcados, tablas, palos, piedras del pavimento, etc., usado para estorbar el paso al enemigo, más frecuentemente en las revueltas populares que en el arte militar.
(Diccionario de la Real Lengua Española)
Según Wikipedia, su empleo se remonta a 1588 en París, en el llamado Día de las Barricadas, una revuelta popular contra el Rey Enrique III quien, sintiéndose amenazado, había hecho traer varios regimientos de guardias suizos y franceses, violando así un antiguo privilegio de París que prohibía el alojamiento de tropas extranjeras en la ciudad.
Hoy se erigen barricadas en diversas ciudades de Venezuela, como parte de una protesta masiva contra la incapacidad del gobierno de dar respuesta a los problemas más básicos de la población: seguridad ciudadana, abastecimiento de productos básicos, oportunidades de empleo, control de la corrupción administrativa, protección del valor de la moneda nacional, etc. etc. etc.
La barricada es el acto final de resistencia que le queda a un pueblo civil ante el abuso de las fuerzas del Estado, fuerzas que existen en un primer lugar para proteger al pueblo y no para someterlo. Es un "hasta aquí llegas" y un "no me la calo más", cuando todas las demás vías de protesta se han agotado porque quien ejerce el poder es sordo al clamor de un pueblo que sufre.
Está claro que son inconvenientes para la vida de la ciudad. Está claro que afectan tanto a quienes las construyen y mantienen como a todos los demás usuarios de la vía pública. En cierto sentido, ellas se parecen a la rabieta desesperada de quien dice "no respiro" en señal de protesta. Y a todas luces, desde el calor de la calle y desde lejos, es aparente que en ellas no hay mayor liderazgo que el estrictamente necesario para trancar una calle y movilizar escombros. Sin duda, son una manifestación extrema de la frustración de un pueblo desesperado que ya no está dispuesto a seguir aguantando más una muerte lenta.
Es fácil criticarlas. Luis Vicente León presenta un análisis contundente en su artículo del 6 de marzo (http://prodavinci.com/2014/03/06/actualidad/las-guarimbas-y-el-barranco-por-luis-vicente-leon/), el cual concluye fulminantemente: "Nada puede ser exitoso sin planificación, sin objetivos concretos y sin liderazgos claros."
Pero si nos damos cuenta de lo que ha venido pasando en el país por ya más de 15 años, si tomamos consciencia de la manera sistemática en que un grupo que inicialmente llegó al poder a través de elecciones ha ido erosionando y maniatando todas y cada una de las instituciones democráticas del país (incluyendo la muy fundamental existencia de una prensa libre), con el fin de imponer un sistema político y económico incoherente, corrupto e incapaz de dar respuesta a las necesidades más básicas de la gente, entonces quizás podamos entender el sentimiento de quienes lo dejan todo y se van a las barricadas. Y quizás podamos también entender el poder crudo que existe en ellas.
La esperanza de un futuro mejor para el país depende hoy de nuestra capacidad de decir "ya basta!" y "hasta aquí llegaste!" a un gobierno que hace tiempo dejó de pensar en el bienestar del pueblo. Y necesitamos canalizar nuestro grito de manera efectiva para generar un cambio.
Para ello, sobre ese "ya basta!" debe erigirse un liderazgo diferente, que sea capaz de ofrecerle al país una nueva dirección y objetivos concretos. Será un liderazgo que entienda y sepa expresarle al país que la situación actual es mortal, una afrenta contra todo lo que es bueno, y que la dirección que lleva el régimen sólo conduce a la miseria y la ruina nacional y es cada día más y más difícil de revertir.
Desde las barricadas, sentimos que si no logramos dirigir esta gravísima coyuntura que hoy enfrentamos hacia una salida democrática, el país tiene por delante muchos años de oscuridad.
Fotos: Dayan Martínez